Esta vez no voy a hablar de Gestión del Cambio sino sólo de cambio.

 

Hace unos días, en un esfuerzo por ponerme al día después del descanso de fin de año y aprovechando una noche de desvelo de esas que suceden cuando se acaba la fiesta y empezamos otra vez a poner los pies en la tierra; leí en la publicación El Mundo en 2020 de The Economist un artículo que me pareció buenísimo: “What will horrify your grandchildren / lo que va a horrorizar a sus nietos”.

 

Este artículo no habla de Trump, Irán, China, Venezuela, etc, a lo que normalmente acostumbra la revista. En este caso, el artículo hace referencia a aquello por lo que nuestros hijos y nietos nos pasarán factura en el futuro. Aquello que está generación, la mía, está haciendo mal.

Menciona el artículo 5 puntos:


⁃ Comer carne roja
⁃ El sobre uso de antibióticos
⁃ La oposición a la inmigración
⁃ Actitudes frente a la identidad de género y sexualidad
⁃ No hacer más por el cambio climático

 

En mucho he mejorado, me siento orgullosa de haber cambiado paradigmas, pero estoy lejos aún de la naturalidad con que las nuevas generaciones abordan la identidad de género, la libertad sexual, el cuidado del medio ambiente, la alimentación saludable entre muchos otros.

 

Haciendo una autocrítica, varias de esas facturas me caen directamente a mí.
No hago mucho por el medio ambiente diferente a no usar las bolsas plásticas del mercado y dividir los desechos en reciclables y no reciclables.


He vencido sesgos relacionados con la sexualidad y la identidad de género, pero mentiría si dijera que no tengo prejuicios. Los tengo, aunque lucho conscientemente contra ellos.

 

A mis tiernos 48 años como carne roja con frecuencia, tal vez 3 veces a la semana, y sueño con un buen pedazo de carne, ojalá término medio. Traté hace unos años de comer sólo pescado. Fui un fracaso.

 

Y mientras termino esta corta nota ya estoy pensando en el almuerzo. Ojalá una hamburguesa con queso.

 

 

 

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