Aunque a menudo se subestima su importancia, el estrés laboral es una de las causas más importantes en la pérdida de productividad y competitividad a nivel interno en las empresas.
Aunque hay una variedad de factores que contribuyen a la aparición de síntomas de estrés laboral, es posible definirlo como el estado de malestar y ansiedad vinculado a la exposición de un trabajador a riesgos psicosociales en su ámbito de trabajo, vinculadas a deficiencias en la organización del trabajo o de sus condiciones laborales.
Su importancia es tal que la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (OSHA) sitúa el estrés laboral a la cabeza de los problemas de salud en el trabajo. Un informe reciente de este organismo destaca que 1 de cada 10 trabajadores europeos asegura que el estrés en su trabajo ha aumentado desde el año 2020.
Los desafíos de la digitalización y la búsqueda del aumento de productividad no deben dejar atrás a las personas. Frente a esto, un crecimiento sostenible e inclusivo en el que la gestión de las emociones y del estrés laboral sea real puede marcar la diferencia en el ámbito del lado humano.
El estrés laboral supone un arma de doble filo: por un lado, afecta a la salud de los trabajadores de forma muy negativa. Y por otro lado, tiene un impacto significativo en el desarrollo de las empresas al convertirse en una de las causas más comunes de baja laboral.
Algunas cifras pueden ayudar a visualizar la magnitud del problema: según un informe de Zippia, tan solo en el último año, el 89% de los trabajadores han experimentado estrés laboral (el llamado burnout en inglés).
¿Las empresas pueden sufrir consecuencias? Sí, por un lado, nos topamos con el problema de productividad que supone un trabajador con falta de motivación o que termina pidiendo la baja. En este sentido, entre los síntomas de estrés laboral se encuentran además de dificultades físicas, como la fatiga, otras de tipo conductual (como la ira o la depresión) o sociales (las cuales pueden reflejarse en problemas con el trabajo en equipo, el aislamiento del trabajador, entre otras).
Por otro lado, el estrés laboral también supone la pérdida de talento: el mismo informe asegura que un 40% de los trabajadores ha dejado su trabajo debido al estrés.
Frente al estrés laboral aparece el bienestar emocional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define este concepto como el “estado de ánimo en el que la persona se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, trabajar productivamente y contribuir a la comunidad”.
Esta definición hace patente la necesidad de una reeducación de la gestión emocional y de su importancia en el ámbito laboral actual.
En vista a lo expuesto anteriormente, una plantilla que exhibe un bienestar emocional equilibrado debería ser una prioridad para cualquier organización. Dicho de otro modo, las empresas dependen de contar con trabajadores sanos a nivel físico, psicológico y emocional.
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Los equipos humanos con una buena gestión de emociones son más capaces de centrarse en lograr objetivos y comprometerse con su trabajo.
Es más, también resultan más resilientes frente a la aparición de problemas o situaciones complicadas, lo cual pueden resolver sin caer en síntomas de estrés laboral que impiden el avance.
La gestión de emociones evita situaciones de estrés laboral que pueden llevar a desequilibrios: desde comunicaciones poco productivas o complicadas hasta bajas laborales o cambios en la plantilla.
Reducir o prevenir el estrés laboral implica gestionar los riesgos psicosociales en el lugar de trabajo. En su informe sobre la salud mental en el trabajo, algunas de las intervenciones recomendadas por la OMS incluyen:
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La gestión de emociones y del estrés laboral en el trabajo a menudo va a requerir de una intervención en el lado humano de la empresa.
En este sentido, se hace indispensable contar con una efectiva Gestión del Cambio que dote a las empresas de la formación y capacitación necesarias para seguir una estructura que evalúe el impacto del cambio a todos los niveles.
Es por ello que se vuelve valioso hacer mención de la Metodología Prosci®, la cual es una herramienta eficaz para analizar el nivel de riesgo en el lado humano de un proyecto de cambio, proponiendo un Mapa de Ruta para lograr la adopción y aceptación de las transformaciones orientadas a gestionar el estrés laboral.
Así, y si la gestión de emociones y de los síntomas de estrés laboral resulta positiva a largo plazo, cualquier intervención puede activar la resistencia al cambio. Frente a esto, Gestión del Cambio va más allá de los ya conocidos planes de comunicación o de capacitación. Por el contrario, logra que líderes y equipos comprendan el valor de esta intervención y pone en marcha una guía para llevarla a cabo de forma exitosa.